Las personas que presentan una imagen de sí distorsionada, sumida en un caos de relaciones inestables, una impulsividad intensa y un constante sentimiento de miedo al abandono, viven en un modo de crisis, impotencia y dolor continuo. Estos comportamientos extremos y disfuncionales muchas veces llevan a estas personas hacia el abuso de sustancias tóxicas. El uso de sustancias como el alcohol, cannabis, cocaína o comportamientos compulsivos (sexo, compras compulsivas, juegos de azar, atracones,…) entre otros agrava de manera directa la funcionalidad y la estructura personal del individuo.
La impulsividad o reacciones desajustadas a estímulos internos o externos pueden dar lugar a comportamientos negativos. Así la regulación emocional, la toma de decisiones coherentes y el autocontrol se verán afectadas.
Existen, dentro de la salud mental, diferentes trastornos que se relacionan directamente con el abuso de sustancias; desordenes bipolares, trastorno límite de la personalidad, desórdenes alimentarios, depresión, ansiedad, etc.
Cuando el abuso de sustancias se convierte en un mecanismo de escape o de afrontamiento para aliviar y liberar sus emociones extremas, el impacto en el modo de pensar, sentir o actuar de la persona, es evidente.
Este tipo de comportamiento autodestructivo permite a la persona consumidora obtener una sensación de normalidad errónea que no llega a perdurar en el tiempo. Así consigue un efecto negativo sobre responsabilidades u obligaciones a nivel laboral, educativo, familiar o relacional. Estas conductas autodestructivas enmascaran aspectos como una falta de autoestima, una vergüenza instaurada o una búsqueda compulsiva de sentirse mejor. La persona recurre al consumo poniéndose en riesgo y en ocasiones incluso siendo consciente de dicha problemática no tiene la capacidad para detenerse.
Nadie planifica ser una persona adicta a las drogas, pero el consumo instaura en la persona una dependencia física y psicológica generando una especie de “monstruo” tan grande y horrible que se apodera de toda la funcionalidad de la persona. Provoca su desconexión con su entorno, problemas en sus relaciones interpersonales, una falta de interés y motivación por la vida.
La necesidad de restaurar y reestructurar una personalidad estable convertirá este proceso en largo y difícil, con contantes vaivenes, donde el apoyo externo será imprescindible para conseguir cambios a largo plazo.
La persona deberá esforzarse, hacer una elección vital, haciendo suyo el control de su funcionalidad, identificando aquellas fortalezas que tiene y aquello que puede conectarle con su alrededor, lo cual posibilitará dicho cambio. Deberá asimilar que emociones como el miedo, la rabia o la tristeza son parte de la vida y que puede lidiar con ellas de manera controlada y estable.
El desafío es más exigente cuando las personas con problema de salud mental, recurren al consumo de drogas convirtiéndolas en agentes más resistentes a la ayuda. Los cambios de humor, sus comportamientos destructivos y desafiantes provocan el alejamiento del apoyo.
El proceso de ayuda que reciban deberá integrar la cooperación de los diferente, siendo conscientes de la dificultad, durabilidad y el efecto en la calidad de vida de la persona, planteando objetivos reales y alcanzables acorto plazo
El trabajo de identificar y promocionar actividades saludables y significativas pueden conectar a la persona con su entorno. Dando un sentido y propósito a su día día, que generen un sentimiento de satisfacción en sí mismo (voluntariado, actividades altruistas, etc.). Una forma de ayudar a la persona a encontrar motivaciones para conseguir cambios significativos en su vida.
Será importante que pueda desarrollar una conexión emocional positiva con quienes le rodean, creando espacios seguros y validantes, donde poder lidiar con momentos difíciles, que le será de gran ayuda. Un lugar donde poder profundizar en habilidades psicoeducativas para manejar sentimientos desagradables y una especial atención a aquellos desencadenantes que los generan.
Deja una respuesta